Hoy he destinado mi presupuesto mañanero para la Coca-Cola y croissant del desayuno por el ¡Hola!, ante la impactante portada: Tamara Falcó y Ana Boyer en exclusiva.
A ambas se las considera dignas sucesoras del glamour de su madre, y entre flashes, estilismos y postureo en la casa familiar, nos hacen un exhaustivo y concienzudo análisis de sí mismas.
La atención se centra especialmente sobre Ana, que esta semana realizó su debut en sociedad, en la fiesta de los Premios Prix de la Moda, a la que también acudieron Claudia, Karl, Boris, Pau, Judith, Antonia y la nietísima (cuando uno es una celebrity, sobran los apellidos).
A Ana se le dedican perlas como que dotada de una madurez asombrosa para su edad, lleva grabado en su código genético el estilo de su madre y la cabeza privilegiada de su padre, haciendo de ella un cóctel explosivo (sic).
Con Tamara, como no podía ser de otro modo, tiran por lo frívolo: posa como nadie...los flashes han formado desde siempre parte de su vida...enamora a la cámara y ella lo sabe.
Para contrarrestar tanto petardeo, posan en la biblioteca familiar ante una ingente cantidad de libros y lo más llamativo: todos marcados, usados, vividos, leídos y releídos. Importancia que yo remarco: saber que no son libros de atrezzo resulta muy reconfortante.
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En páginas posteriores sale la Preysler mostrándonos su clase por gentileza de Adobe Photoshop para un anuncio de alta joyería.
Y qué me decís de esta pareja...aaaagggg!
Él con su aspecto de engendro asexuado y ella, con su barroquismo decadente y colifloresco, ponen los pelos como escarpias a todo el personal.
La pregunta evidente: ¿Se travestirá él de ella en la intimidad de la alcoba? ¿Hay realmente intimidad en esa alcoba? Glups!
Y para rematar, el huracán mexicano:
¿Ha habido alguna vez un ejemplo más gráfico de la expresión "hacer el indio"?