Un trayecto largo a veces puede resultar pesado; pero si encima de largo le añadimos un intenso olor andino, puede llegar a ser mortal. Y por mortal no me refiero a los tres ataúdes de la bodega, ni mucho menos al fatal desenlace del 38B...
Así son los viajes al mítico Viru viru, destino éste caracterizado por sus emanaciones orgánicas y por unos baños a los que no se les da un uso digamos muy correcto...
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Hay dos tipos de población muy diferenciados cultural, económica y estéticamente: la población indígena y la criolla. A ésta última pertenecen unas de las mujeres más bellas y exhuberantes de hispanoamérica, con un cuidadísimo culto al cuerpo, a la estética y a la cirugía plástica.
Tanto es así que la inyección de botox, de vitaminas y relleno de colágeno es una práctica bastante habitual entre la población; lo que hace que exista una enorme cantidad de clínicas a precios muy competitivos. De modo que decidimos hacer una incursión por este peculiar Olimpo de la belleza...

La
doctora Giovanna (por allí cualquiera es
doctor y lisensiado) regenta una de estas clínicas, por las que pasa gran parte de las c
elebridades de Latinoamérica, según la publicidad.
La doctora, una Washingtonia Recauchutada y embutida, de estética de telenovela y artificiosa a más no poder, es de las que nada más verte ya empiezan a recitar una larga lista de tratamientos que te aplicarían:
-A tí te haría un peeling de punta de diamantes para eliminar sélulas muertas y una máscara de oxigenasión cutánea para regenerar, mi amor.- me dice a mí.
- A tí una hidratasión profunda con masaje de chocolaterapia.-le dijo a una compañera
- Y a tí....- se queda pensativa mirando para mi jefa - ¿estarías interesada en el botox, querida?
Vamos, ni qué decir que la Jefa, de 31 años se quedó muerta.
-¡Será hijaputa!- pensó mi jefa-
¿¡Tan avejentada me ves!?...............................
En fin, tras semejante impertinencia, la Washingtonia Giovanesca nos contó que ella experimentaba sus potingues y procedimientos con ellla misma y entre carcajadas nos contó que en una ocasión se inyectó tanto botox:
-que no podía ni mover la cara, ni hablar, ni reirme, ni nada, jajajaja- me desían: ¿¡pero que te hisiste chica!?
Nos quedamos helados con semejante anécdota. Ni qué decir tiene que si mi jefa ya tenía reparos en inyectarse, al oir semejante gracieta se le disipó cualquier duda...

Y eso que la Washingtonia Recauchutada tenía el despacho con las paredes literalmente forradas de diplomas, títulos, cursos y un sinfín de certificados que la capacitaban para realizar ese tipo de intervenciones no quirúrgicas.
Yo al final no me hice nada...cualquiera! Aunque algunas de mis compis se sometieron a procesos estéticos de la mano de Giovanna que las dejaron maravillosamente idénticas a cuando entraron, sólo que con unos cuantos dólares menos.
Aunque al final nos olvidamos de preguntarle algo que nos tenía intrigados: en qué consisitía, para qué servía y qué tipo de clientes se sometían al anunciadísimo blanqueamiento anal....