Natal, capital de Rio Grande do Norte, Brasil.
Destino paradisiaco repleto de playas, palmeras, sol, playas, palmeras, sol, playas, palmeras y sol.
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El hotel, maravilloso, sobretodo por las vistas en primerísima línea de playa desde las habitaciones.


La ciudad, por contra, la cosa más horrenda que han visto estos ojos (con permiso de San José de Costa Rica). Una ciudad construída con mala leche a base de bloques de hormigón al más puro estilo suburbio de extrarradio.

Para más muestras, la catedral (sí, sí, eso de abajo es una catedral).

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Afortunadamente conté con la compañía de unos compis maravillosos con muchas ganas de hacer cosas que no querían limitar su estancia brasileira a tostarse vuelta y vuelta en la playa como único fín.


Excursión en bugies por dunas doradas, buceo, incursiones por los pueblos costeros de la zona, pseudo-surf... y muchas compras. Compras compulsivas ante las maravillosas y llamativas Havaianas (c) de multitud de diseños y bañadores ¡¡Esos chiqui-bañadores tan brasileños!!.
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Licores típicos o algo....
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Lo mejor del viaje: la excursión a Pipa, un pueblo, que en realidad era una única calle, de ambiente hippy-surfeiro. Y allí nos encontramos, sin reserva previa, en plena Semana Santa y todo completo. De modo que tras patear todo el pueblo (o sea, la calle) dimos con un horripilante hostal con aspecto de orfanato abandonado y cochambroso, justo enfrente del cementerio.
En ese entorno tan hostil he hecho el botellón más escalofriante de mi vida, entre terroríficas historias reales de secuestros de turistas para tráfico de órganos, experiencias con fantasmas y sucesos paranormales. El miedo fue in crescendo hasta llegar a la paranoia y temer realmente por nuestra integridad física.
En ese entorno tan hostil he hecho el botellón más escalofriante de mi vida, entre terroríficas historias reales de secuestros de turistas para tráfico de órganos, experiencias con fantasmas y sucesos paranormales. El miedo fue in crescendo hasta llegar a la paranoia y temer realmente por nuestra integridad física.
-¿Nuestros pulmones? Moi mal, fumamos muito!
-¿Nuestro hígado? Ufff, bebemos muito, muito; tambén lo tenemos moi mal, oiga!!- íbamos indicando a la presunta secuestradora, así, como quien no quiere la cosa, para que desistiera de su intento de abrirnos en canal.
Afortunadamente, a la mañana siguiente no amanecimos en ninguna bañera llena de hielos ni con cicatrices por el cuerpo...uf!
Afortunadamente, a la mañana siguiente no amanecimos en ninguna bañera llena de hielos ni con cicatrices por el cuerpo...uf!
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Ale, y ahora este bonito videoclip: