miércoles, 15 de junio de 2011

¡¡Agárrate bien y no te sueltes, cari!!


La historia de hoy es una reflexión cotilleo al que he tenido acceso gracias a ese gran patio de vecinos cotillas, que tienen las ventanas abiertas y cortinas descorridas, permitiendo que entres a ver su intimidad como auténticos exhibicionistas, que se llama Facebook.
No suelo ser cotilla hasta que no me pica la curiosidad insana, y en este caso, me han picado como si de un anopheles se tratara.
Hace muchísisimos años teníamos un amigo que era en plan riquiño, esto es, algo simplón, con aspecto de no romper un plato, mariflor y de aspecto pijito.
El niñato en cuestión, a pesar de su inteligencia y cierta cultura, era un completo inepto en los estudios; tan vago que llegó a tener notas trimestrales con tan sólo un par de aprobados en asignaturas marías. Esta actitud en los estudios chocaba bastante con su carácter, que como ya indiqué era de niño formalito.
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El tiempo y varios desencuentros pusieron miles de km de por medio y nunca lo volví a ver, ni a saber de él....hasta que me lo encuentro en Facebook.
A pesar de tener activados controles de seguridad en su perfil, ninguna ventana queda sin abrir ni una cortina sin descorrer para éste que aquí escribe. ¡¡Menuda!!
Indagando en sus amistades vi que todas ellas tenían un nexo común en una rama tecnlógica-artísitica de la que él no podía tener estudios superiores puesto que había sido durante toda su vida un auténtico ceporro como estudiante. ¿De qué conocería él a tanta gente de ese ramo? Piensa mal y acertarás: -seguro que está liado con el dueño.
Pues sí hija. Con un par de consultas a golpe de click, una palabra clave y tan sólo una alusión de un nombre se reveló ante mí la verdad velada.
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Ahora mi amiga y yo comentamos la vida, los viajes, el lujo y el fashionismo que rodea a nuestro ex-amigo como auténticas marujas que en la peluquería del barrio desmenuzan pieza a pieza la vida de la Preysler a través del ¡Hola!.
Y queda una pregunta suspendida en el aire: ¿envidia?. Sinceramente, me daría envidia de muerte natural si todo eso lo hubiera conseguido por sí mismo sin amancebamientos y con esfuerzo personal.
De lo contrario sólo puedo decir: ¡¡agárrate bien y no te sueltes, cari!!