jueves, 15 de marzo de 2012

Doña Julia


Este capítulo lo debería haber escrito hace tiempo, hace mucho, mucho tiempo, cuando mi vida se cruzó con la de este esperpéntico personaje hace ya casi diez años.
Doña Julia María de todos los Santos Rodríguez-Gimeno de las Altas Torres y Chimpún nació en un indeterminado año en la década de los 30 en el seno de una acomodada familia vinculada al Régimen franquista, en un ambiente de lujo y comodidad, ajeno a la tristeza y miserias de una España gris.
Todos los acontecimientos de la vida de Julia, desde su nacimiento hasta su boda, pasando por su bautizo, comuniones, puesta de largo, convites, presentaciones y demás pomposos eventos familiares dignos de su estatus, quedaban retratados en las crónicas sociales del periódico ABC, como no podía ser menos.
Siguiendo la estela que el destino le había marcado, Julita se casó con un hombre igualmente vinculado a las altas esferas de la política de Franco.
Con el paso de los años, tras un millonario divorcio y el consiguiente escándalo que provocó en su entorno mojigato, Julia se vio más sola y desamparada que antaño. Perdió  amistades y se vio relegada de algunos acontecimientos sociales a los que era asidua. Las galas que celebraba periódicamente para recaudar fondos para la Iglesia se suspendieron… Sí; definitivamente, cualquier tiempo pasado fue mejor.
.

Doña Julia María de todos los Santos Rodríguez-Gimeno de las Altas Torres y Chimpún decidió matar la soledad alquilando a un precio elevadísimo algunas habitaciones de su suntuoso piso de 400 m2, a estudiantes de familias acomodadas. No sólo estaría acompañada, sino que obtendría pingües beneficios haciendo gala de una tacañería infame.
Escatimando en el menú, basado estrictamente en pollo, arroz o pasta; prohibiendo meriendas y vaciando alacenas y neveras, doña Julia a través de su bonachona y resignada criada colombiana, vació el bolsillo y ayudó a reducir varias tallas a los allí residentes.
De vez en cuando recibía viejas amistades en su imponente salón de espejos negros. En estas veladas, donde corría el champagne y los más refinados manjares, Julia hacía gala de su ignorancia más sonrojante poniendo en duda que en la época de Franco hubiese detenciones ilegales, ni abusos policiales ni represión. Imposible. Con lo bien que he vivido yo en esa época...(sic)
En otra ocasión, servidor escuchó desde su cuarto a Doña Julia y a sus amigos de calaña falangista entonar en un delirio de nostalgia el Cara Al Sol, ensalzando la belleza poética de su letra. Ni que decir tiene que lo pelos se me ponían como escarpias y no precisamente de emoción.
Julia usaba ropa de Chanel y criticaba la imprudencia de la gente por no comprar coches buenos y resistentes, como por ejemplo un Chrysler como el suyo (sic).
Julia se acostaba y se levantaba enlacada y envuelta en masas ingentes de perlas.
Julia fumaba dos cajetillas al día con su larga boquilla a lo Autrey Hepburn mientras cuestionaba los efectos nocivos del tabaco.
Julia es el ejemplo más claro de hasta qué punto un ser humano puede ser mezquino, avaricioso, necio, ignorante, altanero e indeseable.
No hay rastro de su esquela en el ABC. Bien es cierto que mala hierba nunca muere.

3 comentarios:

Laaawn! dijo...

Jajajajaja, menuda! Yo me iría una temporada a su piso a ver si reduzco una talla....

Lou Perea dijo...

Si me ayudase a reducir una talla, yo aguantaría todas sus chorradas sin rechistar...
Hay gente pa to

Lou

Anónimo dijo...

Jolines, que bien escribes. Me ha encantado este relato. Menuda pajarraca hijaputa, no?
Si tan adisua es al ABC y fumando 2 cajetillas diarias...miraremos las esquelas.