A lo largo de los vuelos a lo largo y ancho del Atlántico me he percatado de lo distintos que pueden ser los pasajeros según criterios de nacionalidad y cultura. Estas diferencias no sólo quedan patentes en el comportamiento a lo largo del vuelo, sino en cosas tan aparentemente triviales como el gusto por determinados tipos de bebidas.
Fuente: Gunillo
Hace poco, tras un vuelo a Santiago de Chile nos encontramos con una gran mayoría de pasajeros franceses. Ante mi sorpresa, el zumo de manzana y la CocaCola light, bebidas ambas que siempre suelen sobrar en todos los vuelos, se consumían de manera vertiginosa.
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Los pasajeros andinos (ecuatorianos, peruanos y bolivianos) se pirran por el zumo de melocotón, (rebautizado por ellos como
jugo de
durazno) y a pesar de que a bordo no tenemos la tan ansiada por los peruanos
IncaKola, se consumen grandes cantidades de su homóloga
gringa de Atlanta de toda la vida, que ellos denominan como
gaseosa.
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Los pasajeros del sur de Sudamérica, valga la redundancia, o sea, chilenos y argentinos, también consumen grandes cantidades de jugo de durasno y CocaCola, ésta última denominada por los chilenos como bebida.(sic), dando lugar a diálogos de besugos como éste:
-Qué va a beber, señora?- preguntas con sonrisa Profident.
-Yo tomaré bebida.
-Ya, eso es obvio;-se te empieza a agriar el gesto- ¿pero qué bebida?
-Bebida no más.
-Vale, -con tono de cabreo y sirviéndole lo primero que pillas- aquí tiene su zumo de naranja, señora.
Y además, los chilenos manifiestan una preferecia a la exótica Fanta de Limón frente a la de Naranja por la sencilla razón de que por lo visto en Chile no hay Fanta de Limón.
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Ale, se acabó este concienzudo análisis estadístico.