Tras un enigmático mensaje de: "tenemos una información que puede interesarle muchíííísimo" comienza el ataque directo:
-Sonríeme…a ver…me lo temía. ¿Te interesaría un blanqueamiento dental láser?
- Uy, veo que al hablar gesticulas y arrugas la frente. Me imagino que habrás oído hablar del botox…
- ¿Tienes mucho vello? Porque tenemos en oferta especial la depilación láser que…
Y claro, que mejor carta de presentación que una bella flor que se ha hecho todo lo imaginable para lucir radiante a sus taitantos…
- A ver: ¿qué edad me echas? –inquirió la susodicha toda pletórica al más puro estilo Isabella Rosellini en “La Muerte Os Sienta Tan Bien”.– Sin miedo dime…
- Pues no sé.…- titubeando por miedo a meter la pata- treinta y bastant..treinta y algo, no sé, ¿treinta y cinco?
- Ja, ja, ja- rió falsamente luciendo un flamante brillo en la mirada- cómo te quiero: tengo Cincuenta años.
¡OH, QUERIIIIIIIIIDO...!
Me quedé muerto: botox, ácido glicólico, inyecciones de colágeno y ácido hialurónico… nada era suficiente para ese rostro que desafiaba el paso de los años con acertado disimulo aunque algo carente de movilidad, como quedó confirmado al querer demostrar que a pesar de enarcar las cejas no se el arrugaba la frente:
- Mira, levanto las cejas y la frente sin arrugas.
- Pero..¿Estás levantando las cejas?- pregunté incrédulo
- Sí claro, mira.
Ni que decir tiene que allí, no se levantaba nada. No sé si lo haría adrede para no arrugar la frente o es que simplemente había perdido la movilidad con tanto mejunje inyectable.
Deslizando excusas y un “ya-me-lo-pensaré” di por concluido el encuentro, pensando para mis adentros en cómo ha avanzado la medicina estética –la que realmente mueve dinero- desde aquellos estiramientos agresivos y deformantes a los que no hace mucho se sometían los famosos, a estas triquiñuelas de hoy en día tan imperceptibles como eficaces.