Dolce far niente...

Estoy en Plasencity descansando apaciblemente y disfrutando de un tiempo aún primaveral mientras tomo fuerzas antes de entrar en la intensa vorágine que me espera en breve y que me mantendrá alejado de todo y de todos por tiempo indefinido.

La diáspora aérea acaba de comenzar y Adrydù ya ha tomado posiciones en Bélgica mientras que otros empiezan a acomodarse en Milán, Oslo o Dublín.

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Me siento un privilegiado por quedarme en Madrid, situación ésta que no sólo me brinda tranquilidad y seguridad, sino la posibilidad de ahorrar frente al hecho de pagar un piso por europa mientras mantengo mi piso de Mi Calle Alcalá.

Un piso que casualmente encontré sin buscarlo; a través de un amigo que me brindó su dormitorio mientras él se iba de vacaciones y yo trabajaba justo en la tienda Strafalaria situada en el mismo portal.

Un piso cuyo emplazamiento, como bien definió Mars, cuenta con todas las ventajas del centro de Madrid, pero conservando el sabor de los barrios de toda la vida donde todos acabamos conociéndonos.

Un piso en fin, que es una lotería para quien en él viva y que ha provocado ciertos comentarios maliciosos, sin duda provocados por la envidia, de algún personaje del remoto pasado.

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Mientras apuro mis últimos días de la forma más sosegada posible, me asomo al mirador de Paulina cuando cae la tarde para observar a las veloces golondrinas que con su estridente piar llenan el cielo vespertino de Plasencity.

Ellas también son nómadas y viajan incansables durante todo el año recorriendo miles de kilómetros por los continentes; aunque siempre conservan intactos sus nidos, a los que regresan todos los años en las mismas fechas....